viernes, 25 de septiembre de 2009

Mi noche .


. . . Me gusta la noche porque en ella me pierdo, me pierdo en su tranquilidad, en su oscuridad, me pierdo porque nadie me ve en ese momento del día soy sólo yo, pura, simple, única, soy yo, sin caretas, sin un cuerpo, es mi propia escensia la que sale de la materia prima de mis celulas en busca de su libertas, es mi alma la que me pide a gritos volar, y esque en la noche nadie me juzga, nadie se entromete en lo que puedo o debo hacer, porque soy sólo yo, pura.
La pureza de mi alma se esconde de día, porque aveces no se atreve a ser quien es, ese absurdo temor quizás de no demostrarle al mundo que sabe volar, y esque ahora en más ya no vivirá por si sóla, sino que seremos una misma realidad, ella y yo, buscando la misma libertad, hasta que nos odien y seamos insoportables de libres, eso... eso es lo que busco, y en esta busqueda por encontrar mis alas, he descubierto que hay miles de caminos, por los cuales me he perdido algunas horas, lo bueno, es que siempre recuerdo como llegar al principio, y aunqe aveces voy y vengo, estoy parada en el mismo lugar, mi lugar, nuestro lugar.
Y esque la noche no tiene prejuicios, la noche no me vé tan nítida como yo a ella, la noche me regala, me regala siempre, su belleza, esas estrellas maravillosas que alumbran con su poder estelar la noche en su inmensidad, pero no son ellas las unicas que me hacen vibrar de emoción al caminar, no, es la luna, esa luna, que me recuerda tantas cosas, esa luna que me lleva por el tiempo a situaciones de mi vida que cada vez que sintonizo mi energía con la de ella siento que estoy a la par con su visibilidad, siento que somos una sola magia de poder que ilumina las calles de la tierra y el oceano gigantesco, y es que cuando queremos entrar al mar, parece que fueramos un dibujo, una pintura, pero no se siente real, quizás ese momento es demaciado hermoso como para que alguien lo sienta de verdad, es un momento donde el reflejo lunar se posa sobre la vertiente del agua, y danzan juntos con la melodía de las olas, y yo podría estar horas contemplando tan precioso acto de lo natural, eso natural, eso que se llama escencia, eso que disfruto al mirar, eso que me regala la vida.
La noche, mi noche, mi amada noche y nuestra feliz unión.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Cuento


… Y ella despertó, con la luz del amanecer que encandiló sus ojos al sentir los rayos del sol que entre las hojas y ramas de aquellos dos viejos sauces le llegaban a su cara, así despertó, pero ella quería seguir soñando, ella quería jamás despertar.

Estirando sus brazos y piernas recordaba que habían motivos suficientes para agradecer, sí, agradecer tener dos de cada cual y poder sentir … Como siempre cada mañana bajaba al río, allí podía dejar que el agua refrescara su cuerpo y limpiara su alma, cada vez que veía su reflejo a través de esa agua tan cristalina recordaba que tan importante era saber quien es, conocer a la mujer que estaba mirando entre el peqeño oleaje que la brisa matutina hacía bailar al río, conocerse, saber quien se es y estaba feliz por eso.

Con sus pies descalzos, caminaba por entre el verde y el amarillo, entre el verde y el añil, dejando que la textura suave del suelo masajeara la palma de sus dedos y talón, recorría muchos metros para llegar a aquél manzano, él daba los mejores frutos de todos, tenían un dulce sabor, sabor que jamás en su vida había conocido, era el momento de placer del día, comer esas manzanas rojas, más rojas que el tono del cielo al atardecer, y tan dulces como delicadas a la misma vez.

Y seguía, con una flor blanca entre los trenzados de su cabello, seguía, con la brisa y el perfume del viento acariciando su suave y delicada piel de tez morena, mientras se disponía a bailar al son de su canto, un canto no tan canto pero canción al fin, hacía que su cuerpo entero vibrara al compás del mismo, ella se sentía completa cuando se iba un poquito de si y en vez de tocar ese verde florido, tocaba las nubes, y danzaba con la luna y el sol, ese complemento tan perfecto, que era imposible para ella dejar de admirar.

Su amado sol se estaba por fundir, más allá del horizonte donde casi no se podía llegar, casi… Mientras el sol se despedía, llegaba su otro amor, y es que se le era imposible no amarlos a ambos, esas maravillas que cada día hacían el milagro de nacer, y tomaba la hermosa luna el lugar del sol, y la morena de ojos más grandes pero del mismo color que los granos de café, fijaba el rumbo donde aquellos sauces, sus amigos sauces, que ya no lloraban, ellos ahora no tenían esa necesidad…
Pasaba así la morena de peqeños pies, su cuerpo que brillaba con el reflejo que desde entre sus amigos cuenta cuentos, llegaban de su amada luna, por fin seguiré soñando, decía, ella, mientras se acurrucaba entre el verde y el marrón, y poco a poco esa imitación perfeccionada de los granos de café pestañeaban cada vez más despacio , hasta ya no hacerlo, y soñaba, ella soñaba mucho, más que cualquiera, le gustaba soñar, porque sus sueños eran especiales, casi imposibles para algunos, pero ella decía que sólo son imposibles a los ojos de algunos, porque ellos de las cosas posibles saben demasiado… Ella soñaba porque los sueños son a prueba del tiempo, a prueba de los lugares, a prueba de la muerte, ellos nunca mueren, como yo, como ella o como tú… Por eso, la morena de peqeños pies les dijo una vez a sus amigos sauces, no lloren nunca por mi si la vida decide qe mis ojos duerman para siempre, no lloren por mi porque no estoy donde me están llorando… yo no estoy ahí, yo estoy con mis sueños, estamos desde donde hemos venido, no llores no, porque ya olvidaste como se hacía.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Ella . . .



. . . Mujer, de alma brillante con ojos dulces como la miel,
Una mujer que siente, tan sólo con mirar . . .

Mujer de cabellos oscuros como la noche, y entre sus trenzas reflejos cobres como el atardecer . . .
Ella, tenía su mirada constante, transmitía una pasión oculta y cautivante,
Ella era suave como el algodón de azúcar que se sumerge en mi boca como una ola lo hace con el mar… Ella, era capáz de amar, ella… Ella amaba porque el ser no tiene alma sino se ama, porque se regía bajo la soberanía del amor, amor puro como el aire de la mañana cuando sus ojos aceitunos iluminaban su morada . . .

Ella soñaba con algún día atrapar sus sueños y dejarse llevar por la ilusión de por fin tenerlos, ella soñaba despierta y dormía soñando… Ella, ella vivía amando y aunque en lo profundo de su hermosura ocultara su soledad, prefería aguardar y callar su llanto, porque no quería aprender a llorar… Ella llevaba una botana de mil amores vacíos que prefirió olvidar, quería esperar, dejar de ser amiga de la señora soledad y limpió su blusa ardiente para volver a empezar . . .

Ella ama a aquel hombre que nunca fue, pero que la espera, así como ella a el . . .

Ella, mujer brillante de ojos dulces como la miel.
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